A finales del siglo diecinueve empezaron
a llegar a México los primeros
grupos de inmigrantes libaneses
que, huyendo del Imperio Otomano buscaban
un mejor destino.
Existen
indicios de que en 1878 desembarcaron en el Puerto de Veracruz
los primeros libaneses, justo a la mitad del primer periodo
presidencial del General Porfirio Díaz.
Líbano es uno de los países
más pequeños del mundo con apenas 10,452 kilómetros
cuadrados y una población de casi cuatro millones de habitantes.
A lo largo de sus siete mil años de historia, ha sobrevivido
a diferentes acontecimientos y los libaneses que habitan por todo
el orbe se abrazan y unen en torno a sus símbolos universales,
destacando entre ellos los cedros milenarios, una amplia cultura,
su arte culinario y una extraordinaria importancia al valor de la
familia, así como la notable participación en diversos
campos artísticos y profesionales artísticas de los
emigrantes y sus descendientes.
La mayoría de los inmigrantes que procedían del medio
oriente eran libaneses y en mucho menor escala de otros pueblos de
Levante. Fue usual que se les llamara “turcos”, por que
hasta 1918 fueron súbditos del Imperio Otomano; también
se les llamaba “árabes” por el idioma que desde
entonces hablan y escriben. Según algunos estudios serios
que se han hecho sobre el fenómeno de la emigración
libanesa, el idioma, las tradiciones gastronómicas y las costumbres
sociales hermanaron con México a los emigrantes libaneses,
que salieron de pequeños territorios y llegaron a un gran
país anfitrión que estaba en pleno desarrollo y con
una gran extensión territorial que apenas empezaba a poblarse.
Los libaneses agradecieron a través de su trabajo y de sus
aportaciones el recibimiento del que fueron objeto; se integraron
a México poco a poco y hoy un gran número de descendientes
de aquellos primeros emigrantes son mexicanos prominentes, cuyo trabajo
y participación en la vida social, cultural, empresarial,
deportiva, intelectual, entre otros, tiene una gran presencia y trascendencia
en nuestro país.
Atraídos por América, dejaron sus familias y tierras,
y aun sin conocer el idioma y las costumbres de México, los
libaneses encontraron la manera de adaptarse, y a base de trabajo
y en lucha por la supervivencia exploraron mercados no atendidos,
llevando a poblaciones incomunicadas mercancías necesarias
y atractivas; fueron precursores de las ventas a crédito y
por eso se les llamo “aboneros”; y favorecieron el mercado
interno; su austeridad y lucha constante hizo que de buhoneros pasaran
a establecer puestos en los mercados y después a ser dueños
de sus negocios. Los primeros en llegar ayudaron a los que seguían
llegando; los que prosperaron en el comercio se aventuraron después
en la industria y mas tarde empezaron a abundar profesionistas que
sirvieron a las comunidades en las que se establecían. Aquellos
emigrantes se esmeraron para que sus hijos aprendieran español
y conocieran y amaran profundamente a México sin olvidar sus
valores, su amor y apego a su país de origen.
A
poco más de 125 años de presencia, existen descendientes
de libaneses en casi todos los rincones de República Mexicana
y muchos de ellos han sobresalido de una u otra forma en algún
momento en la historia mexicana. Con el tiempo, la comunidad libanesa
arraigada en México se ha organizado alrededor de asociaciones
y clubes o casas libaneses, destacando el ubicado en la ciudad de
México,
inaugurado en 1962 por el presidente Adolfo López Mateos,
quien pronunció la afamada frase “El que no tenga un
amigo libanés, que lo busque”.
En el año 1979 el Centro Libanés,
A.C. decidió rendir
homenaje a la emigración y encargó al artista mexicano
de origen libanés Ramis Barquet, el diseño de un monumento
que representara a los primeros emigrantes; así fue creada
la estatua que actualmente adorna los jardines de la Institución,
algunas ciudades y prácticamente todos los clubes ubicados
en la República Mexicana; además cuenta con dos instalaciones
en el Distrito Federal y ha puesto en operación
la Residencia “Cedros de Líbano”, para adultos
mayores. Ha promovido la creación de asociaciones de profesionistas
de origen libanés y apoya a las agrupaciones que fueron formadas
por los primeros emigrantes con los nombres de sus pueblos de origen
o en torno a sus creencias religiosas.
Asimismo,
existen y operan clubes sociales y deportivos, en las ciudades de
Puebla, Mérida, Veracruz, Tampico, Monterrey,
San Luis Potosí y se encuentran en proceso de creación
o consolidación clubes similares en otras ciudades, destacando
los casos de Querétaro, Guadalajara, Chihuahua y Celaya. La
mayoria de estos clubes o asociaciones, han adoptado como parte de
su identidad gráfica un cedro estilizado, obra del Lic. José Anuar
Kuri, y es la representación gráfica y geometrizada
de nuestro cedro pero con características singulares, ya que
está conformado por varias líneas que representan a
los mexicanos de origen libanés de los diversos pueblos y
cultos, que al entrelazarse y hermanarse generan en la base del símbolo
una gran puerta de estilo ojival que forma el tronco.
En el año 2003 se colocó en el
Puerto de Beirut, Líbano
una réplica monumental de “El Emigrante Libanés ”,
rindiéndoles
así tributo a aquellos emigrantes en el lugar donde se embarcaron
hacia América.
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